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Mili

29 ene 2011

"Gente tóxica",personalidad peligrosa

Se les llama "gente tóxica".
Contagian y agotan con su negatividad, incluso sin saberlo. 
Estos son algunos rasgos de su perfíl y cómo tratarles.



Pasan generalmente inadvertidos, pero todos conocemos al menos a uno de estos individuos de personalidad compleja y negativa. Al frecuentarles, el mal humor o cierta tristeza parecen apoderarse del propio ánimo. Pueden ser personas inicialmente agradables y de aspecto desvalido, aunque después se descubran altamente despectivas; se sienten profundamente infelices, siempre insatisfechas, envidiosas, celosas e inseguras aunque ponen mucho empeño en disimularlo. Todos podemos tener algunos de estos rasgos, pero en ellos la negatividad es un fardo enorme que arrastran donde van. Se les conoce como “ gente tóxica”, y su toxicidad se contagia, como todo veneno.

Personalidad tóxica y neurosis

En psiquiatría se les puede alinear con la neurosis, pero popularmente se les llama “gente tóxica”, o de personalidad tóxica. Necesitan tener a alguien cerca a quien contar sus desgracias, aparentemente siempre sin remedio posible, o lo mal que les tratan la vida o el entorno; utilizan el arma del victimismo, la conmiseración y la crueldad ajena para despertar una empatía en los demás que después revuelven contra quien está a su lado. Hablan siempre de cosas negativas, augurando los peores desenlaces para cualquier situación, medio por el cual acaban dominando la voluntad de quien confía en ellos.
En consecuencia, crean un ambiente de prevención ante su presencia que puede afectar de distinta manera. La más generalizada es la sensación de cansancio, de falta de energía, cuando andan cerca, y la de alivio cuando se van. Pero pueden ser muy influyentes sobre sus familiares o amigos más cercanos, causando aún sin pretenderlo un perjudicial cambio no solo anímico, sino incluso de carácter.
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Como en los neuróticos, la base de su alteración se centra en la baja autoestima y en la frustración que esto les crea. Por eso necesitan sentirse superiores provocando la dependencia, sentimiento de inferioridad o lástima en los demás. Ese control sobre el otro les hace creer que ellos están bien y son los demás quienes no actúan correctamente.

Mecanismos del “tóxico”

Utilizan la crítica, la descalificación y la violencia verbal (o incluso física), porque no pueden aceptar sentirse contrariados o aceptar una opinión opuesta a la suya. Su defensa es mantener de algún modo sometido al otro, porque en él se “vengan” de su rencor y frustración, aunque sea ajeno a esa persona. Se sienten perseguidos o atacados en cuanto se les lleva la contraria, no admiten que se les reproche sus defectos o sus errores, y se valen continuamente de su supuesta debilidad para no ayudar cuando es necesario.
Su perpetua negatividad les hace convertir en un agravio eterno cualquier suceso desgraciado del pasado, que esgrimen como motivo de su amargura constante. Son aparentemente introvertidos, inflexibles, se quejan y se lamentan, no comparten la alegría ni la risa, no saben animar, ni alegrarse sinceramente de la buena suerte de otras personas; les puede la envidia, que disfrazan de crítica o de menosprecio. Agotan con su derrotismo, su melancolía sin razonamiento y su alarmismo catastrofista.

Cómo tratarles o evitarles

Estos comportamientos no suelen ser intencionados ni conscientes, por más que se utilice la simulación para obtener la atención o dependencia de los demás. Una personalidad “tóxica” es alguien profundamente trastornado en su mapa emocional, que no conseguirá darse cuenta fácilmente, a quien no se puede ayudar a menos que se haga consciente.
El mejor método de librarse de su indeseable influjo es evitarles; pero a veces eso es imposible, porque pertenecen a nuestro círculo laboral o familiar. En ese caso, lo conveniente es llenarse de positividad, no prestarles demasiada atención, cambiar el hilo de conversación en cuanto empiezan a explayarse. Y sobre todo utilizar la alegría bien expresada y el sentido del humor en su presencia, para desarmarles.
La doctora Lillian Glass sugiere, en su libro “Gente tóxica”, demostrar a este tipo de personas lo absurdo de sus actitudes y comentarios, planteándoles con tranquilidad una serie de preguntas que desbaraten sus argumentaciones para la queja o la crítica constante. Por complicado que resulte, siempre hay que utilizar la cordialidad y no perder las buenas formas con ellos.
Hay muchos tipos de personalidad tóxica, diversos grados y rasgos que todos podríamos reconocer en alguien cercano, o incluso en nosotros mismos; pero lo importante es darnos cuenta para no caer en su redes enfermizas o para empezar a corregir esas tendencias malsanas.
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